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El duelo es el proceso psicológico que se produce tras una pérdida, una ausencia, una muerte o un abandono. Es diferente para cada persona. Se pueden sufrir diferentes síntomas emocionales y físicos como: ansiedad, miedo, culpa, confusión, negación, depresión, tristeza, shock emocional, etc.
El dolor por la pérdida se puede experimentar no solo por la muerte, sino cada vez que en la vida tenemos una experiencia de interrupción definitiva de algo, de pérdida, de distancia que no podrá ser cubierta. La experiencia emocional de enfrentarse a la pérdida, es lo que llamamos elaboración del duelo, que nos conduce a la necesidad de adaptación a una nueva situación.
El duelo se trata de una herida y, por tanto, requiere de un tiempo para su cicatrización.
En general se habla de que en el proceso de duelo se distinguen varias fases, escalones que hay que superar, aunque ello no significa que en todos los casos aparezcan todos.
“No puede ser verdad”, “cómo ha podido ser”, “no es justo”… Son frases que todos reconocemos haber utilizado alguna vez. La incredulidad es la primera reacción ante un golpe de la vida. La negación es un escalón inevitable que hay que atravesar y del que finalmente hay que salir para digerir la pérdida. Negar es una manera de decirle a la realidad que espere, que todavía no estamos preparados. El impacto de la noticia es tan fuerte que dejamos de escuchar, de entender, de pensar. Puede suceder que en un primer momento el bloqueo sea tan grande que no podamos ni sentir. La negación tiene el sentido de darnos una tregua. Hay quien niega la pérdida pero también hay quien aceptando precipitadamente la crudeza de la realidad lo que en realidad trata es de negar el dolor.
Lo primero que debemos de hacer con la rabia es reconocerla y aceptarla para poder sacarla fuera. La rabia tiene una razón de ser. Es pedir ayuda, nos impulsa a tomar otros caminos, cuando estamos en el fondo del agujero nos hace tomar impulso para salir a flote. Es un arma para la supervivencia. Toda la rabia que se queda dentro, que intentemos negar o esconder nos acabará machacando.
Es el momento en que fantaseamos con la idea de revertir la situación, se puede llegar a pactar con quien haga falta hasta incluso con Dios prometiendo lo que sea necesario. Se buscan formas de hacer que lo inevitable no sea posible. Pero esta etapa es breve porque estar pensando todo el día en soluciones es realmente agotador.
La persona siente tristeza, incertidumbre ante el futuro, vacío y un profundo dolor. La persona se siente agotada y cualquier tarea se vuelve complicada. “La vida es una mierda”, “no seré feliz nunca”, “no encontraré a nadie igual” o “ya no volverá “ es lo que suele repetirse cuando la persona se está enfrentando a su dolor. Pero a pesar de que pueda pensar que esto no acabará nunca y que va a durar para siempre, la realidad es que solo desde este punto podrá volver a reconstruirse.
Es el último paso del duelo. Nunca es fácil aceptar que lo que se perdió se perdió y no hay vuelta atrás. Tenemos la alternativa de no aceptar pero una vez llegados aquí nos damos cuenta de que si no lo hacemos el precio a pagar es muy alto. Llegar a este punto requiere de un gran trabajo. Se trata de aceptar que las piedras que vamos encontrando en la vida también forman parte del camino.
Sentirse “uno más” es una manera de devolver el duelo a su lugar y trabajarlo como un aspecto más de la vida, de ese proceso en que reconocemos que también la pérdida forma parte de la vida, de la misma forma que perdemos juventud, relaciones, lugares, seres queridos…..
¿En qué podemos ayudarte?
Si crees que necesitas terapia de duelo, puedo ayudarte.
Se convierte en duelo patológico cuando después de un tiempo la persona sigue teniendo los mismos síntomas.
Es frecuente, que una pérdida no elaborada de forma adecuada de paso a problemas emocionales e incluso trastornos psicopatológicos al cabo de meses o incluso años.
Sin embargo, un duelo elaborado adecuadamente mejora las capacidades futuras para enfrentarse a las situaciones de pérdida, frustración o sufrimiento.
Un tema importante son los duelos en los niños, saber afrontarlos, hablarlos, no minimizarlos ni negarlos, porque la manera en que se enfrenten en sus primeros duelos les ayudará a crear esas capacidades futuras.
La expresión tanto a nivel social como familiar y personal de emociones acompañando a los sentimientos de pérdida y a la importancia de realizar rituales que ayuden a elaborar el proceso de adaptación a la pérdida, pueden evitar el desarrollo de duelos patológicos y facilitar el proceso de duelo natural.
La duración del duelo es variable, eso significa que pueden pasar meses e incluso años. La mayoría de las personas elaboran el duelo de manera adecuada pero existen otras que no lo logran, por ese motivo es importante tener claro que síntomas son los que se mantienen y agudizan a pesar de que el tiempo transcurra.
Cuando perdemos a alguien importante, un trabajo, una relación, etc, sentimos de manera profunda tristeza, rabia, impotencia, miedo y nos duele y es totalmente normal. Ahora bien, cuando estos síntomas acaban apoderándose de la persona de manera que aparece un fuerte sentimiento de culpa y autorreproches pueden llevar a esta a un estado de depresión.
En el caso de la rabia, en ocasiones se puede llegar a convertir en deseo de venganza impulsando a la persona a llevarla a cabo. Por ejemplo, en rupturas de pareja traumáticas perseguir y acosar al otro, intervenirle cuentas bancarias, denunciarlo injustamente o pincharle las ruedas… Desplegar la rabia en actos concretos no nos ayuda a desprendernos de ella, ni a superar el duelo, por el contrario nos obligará por tiempo indefinido a permanecer en ese escalón, nos impedirá pasar página y seguir adelante con nuestra vida.
En la mayoría de los casos la intensidad de estas reacciones disminuye con el tiempo, una minoría desarrolla complicaciones de estos síntomas que afectan a la salud mental y física.
Lo que distingue el duelo normal del patológico es el escalón (fase) en que la persona se queda bloqueada impidiendo la elaboración de ese dolor.
Lo que ocurre en los duelos no resueltos es que las sensaciones, en lugar de producir cambios para ir avanzando en las diferentes fases, lo que hacen es justamente que llegan a paralizar el curso del duelo normal.
Es difícil reconocerlos y atravesarlos. Esta sociedad de la felicidad no nos deja estar tristes. La pena no tiene glamour y se considera descortés mostrarse débil. Como si la tristeza fuese algo contagioso, como si el dolor ajeno pudiese despertar el propio. A los afectados por el virus del duelo se les mantiene a raya y con las mejores intenciones se les inunda de mensajes del tipo “ venga, que tampoco es para tanto”, “ ¡anímate!”, “ Eso ya pasó hace mucho tiempo”, “mírale el lado bueno”, y así poco a poco se va invirtiendo una gran cantidad de energía para negarlo. Pero negar un duelo es un mal negocio.
El duelo es un proceso normal, largo, a veces muy largo, pero pasajero. Olvidar es posible, y la vida no termina con el dolor del duelo, sino que en muchos casos empieza justo ahí.
El tratamiento del duelo lo trabajamos a través de la Terapia Breve Estratégica y EMDR (siglas en inglés de Desensibilización y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares) que son las técnicas que han demostrado ser las más innovadoras y eficaces para afrontar los procesos de duelo y trabajar los bloqueos, las resistencias y las defensas.
Primeramente se deberá detectar en cuál de las fases de elaboración del duelo se encuentra la persona.
Entre las primeras sensaciones aparece la rabia y esta puede dirigirse hacia uno mismo o hacia los demás transformándose en sentimiento de culpa o cólera. Cuando esta sensación se vuelve tan intensa llega a bloquear el proceso normal de elaboración del duelo y entonces es necesario una intervención inmediata que permita que esa rabia fluya para poder dar paso a las restantes sensaciones que poco a poco irán apareciendo.
La rabia debe ser diluida en el caudal del resto de nuestra vida hasta hacerse inofensiva. La rabia que no puede fluir lleva a revivir pensamientos y sensaciones devastadoras.
Una de las principales maneras de trabajar la rabia es a través de la escritura. Si escribimos lo que sentimos conseguimos bajar su intensidad, descubriendo partes de la realidad que negábamos. Lo que queda después de la rabia es un profundo dolor y la única manera de superarlo es pasar por en medio.
Si quieres saber cómo afrontar la pérdida de una persona querido te recomendamos leer el siguiente y emotivo artículo: aquí.
En ocasiones el impacto inicial es tan grande, el bloqueo se hace tan fuerte y las emociones se vuelven incontrolables hasta llegar a incapacitar a la persona para afrontar el día a día. En esas ocasiones la medicación es un recurso adecuado, siempre controlada por el médico y durante un periodo de tiempo limitado.
La psicóloga Júlia Pascual dice que hemos de evitar patologizar lo que es normal. Añade que medicar a priori un proceso doloroso en la vida que como tal debe de doler es un error. De hecho, intentar anestesiar el dolor emocional con pastillas puede llegar a convertirse en un problema. Es importante no recurrir a la medicación como huida. Si recurrimos a la sobremedicación estaremos bloqueando el proceso.
Blanca Díaz
Psicóloga Sanitaria
Formada por el psicólogo Nardone en Terapia Breve Estratégica y especialista en EMDR
Centro de Psicólogos en Barcelona. Terapia Breve estratégica
Júlia Pascual Psicóloga
Rambla de Catalunya, 86, 2º-1ª, Eixample,08008 Barcelona ES
info@juliapascual.com
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